Silencio de muerte (The Hook, George Seaton, 1963)

Volvemos a la Guerra de Corea para narrar una historia que nos plantea un dilema moral entre el cumplimiento de las órdenes, aunque sean contrarias a la humanidad, o el incumplimiento de las mismas si se consideran un sinsentido. Con Kirk Douglas en el reparto, la historia apenas tiene un par de escenarios, el principal un barco donde se desata el drama moral en el que Seaton ubica a sus tres principales protagonistas.

Estos tres mosqueteros, interpretados por Kirk Douglas, Robert Walker y Nick Adams, subirán a un barco carguero (no militar) con litros de combustible y como destino una base militar en otra zona de Corea. Antes de subir, un avión que echa humo destruirá un camión y parte del combustible. Uno de sus tripulantes, un norcoreano, sobrevivirá y el joven interpretado por Robert Walker le rescatará pese a que Kirk Douglas lo hubiese dejado allí.

Los problemas comenzarán a continuación, cuando vía radio desde la base recién bombardeada (adivinen de donde vendría el avión del norcoreano) y con el Coronel hecho pedazos, el oficial de la República de Corea al mando les ordena que se deshagan del prisionero a toda costa, ya que en el destino le espera un linchamiento sí o sí. Las órdenes son claras, pero con el joven Robert Walker de parte del prisionero y con Kirk Douglas intentando delegar las órdenes y lavarse las manos, la tensión irá in crescendo ya que nadie parece capacitado para acabar con la vida de un hombre indefenso.

La premisa es bien sencilla y, con ella, los 90 minutos se pasan volando a medida que vamos conociendo poco a poco las vicisitudes que mueven a los diferentes protagonistas. Kirk Douglas intenta ser un padre para Walker. Ese padre que, descubriremos, no tuvo. No porque no existiera la figura paterna, si no porque este se limitaba a castigarle por sus errores, algo que indudablemente le marcará de por vida. En su opinión, se ha de ser duro para afrontar la guerra y eso es lo que intentará incultar al joven soldado de su pequeño pelotón.

Este, Dennison (interpretado por Robert Walker) es la otra cara de la moneda. Al contrario de los 19 años de servicio militar de un veterano como el Sargento Briscoe (Douglas), es un imberbe soldado sin experiencia alguna, que no sabe defenderse solo. Necesita de su Sargento para sobrevivir pero no dudará en poner en duda las órdenes y defender al prisionero. Entre medio de los dos extremos está ese personaje aparentemente sin amor propio, el soldado Hackett (Nick Adams), del que también descubriremos parte de su pasado.

Marioneta de Briscoe buena parte de la obra, y del que desconocemos en un principio el motivo por el que su Sargento no le deja beber. Tendrá su oportunidad de acabar con la vida del prisionero. Todo ello perpetrado por el cobarde Briscoe. El personaje al que da vida Kirk Douglas no dudará en emplear todas las estrategias para lavarse las manos, cumplir las órdenes y que los ejecutores sean los otros. Ya tras su fallido primer intento se deja intuir lo imposibilitado que está pese a ser el único que tiene claro que, por estamentos militares, debe cumplir las órdenes.

No podemos olvidar en el análisis de la película ese norcoreano, sin apenas diálogos pero que es observador inoportuno de todo lo que se cuece ahí dentro. Especial atención a la escena de la "última cena", donde cenan junto al prisionero antes de una ejecución que, como he mostrado como eje central de la película no se efectuará esa noche. La tensión es palpable pero el prisionero, ajeno a lo que conversan al no entender el inglés, cena sin saber qué sucede.

Sin duda los intentos de acabar con su vida irán marcando al personaje y a la película camino de ese desenlace (que no desvelaré), ya con la guerra terminada. Y es que es indudable que toca mencionar este detalle para hablar de la absurdez de los conflictos bélicos. ¿Cómo en una guerra que tras tres largos años parece llegar a su final la ira hace que se obligue a ejecutar a un prisionero de guerra? Por muchas vidas americanas y surcoreanas que se haya llevado ese hombre, ¿Es culpable de defender su país y sus órdenes?

El dilema está sobre la mesa. Y toca destacar nuevamente a Briscoe, interpretado por un Kirk Douglas que es el alma de la película. Es capaz de manipular a sus dos soldados para intentar llevarlos a su terreno y que estos cumplan las órdenes, aunque sea bajo amenazas, o incluso emborrachando a Hackett. Un hombre al que la ira le mueve, no ya contra un enemigo en concreto si no con cierto toque racista. Lo denota cuando recuerda lo sucedido a un judío amigo suyo durante la II Guerra Mundial y su "asesinato" por un japonés. Japonés o coreano, a él le da igual, son el mismo tipo de persona.

El final de la guerra, una bandera finlandesa como disparate final y el deber enfrentado a la moral son los ingredientes que nos deja "Silencio de muerte" de principio a fin. Un intenso thriller algo desconocido y que resulta una atractiva propuesta dentro del género y una de las obras más destacables de la Guerra de Corea, un conflicto olvidado y que si bien tiene un puñado de títulos (muchos en los años 50) no llegó a despegar en cuanto a calidad.

El guión, obra de Henry Denker basándose en la novela de Vahé Katcha, es sin lugar a dudas el plato principal de la propuesta de George Seaton (director a posteriori de "36 horas" otro interesante thriller bélico). Contar con la presencia de un actor como Kirk Douglas apenas tres años después de "Espartaco" es todo un lujo para un film de un presupuesto bajo, que sin apenas combate alguno y con pocos actores (a los que incluir el interesante capitán del barco, que como un juez parece asistir a todo sin poder remediarlo pero dejando en todo momento poso con sus opiniones y comentarios) logra un interesante relato que maneja el suspense a la perfección. Más cerca del terror que del cine bélico por en cuanto a la propuesta, "Silencio de muerte" es un título que recomiendo a quien no la haya visto.

Nota: 6,75

Lo Mejor: La propuesta, y el duelo equilibrado entre los diferentes personajes
Lo Peor: Una película modesta que no se atreve a conseguir ser mítica.

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