Celebramos el aniversario del nacimiento de John Wayne con uno de sus grandes títulos dentro del cine bélico. Fuisteis vosotros quienes en una encuesta en la que puse cuatro títulos sobre la mesa, escogisteis esta "Sands of Iwo Jima" como película a comentar en el blog. Se trata de un film propagandístico bélico que le supuso a Wayne su primera nominación al Óscar como Mejor Actor.
La extinta Republic vio un pelotazo en este proyecto. Fue su productor quien decidió llevarlo a cabo recordando un diario americano a esos héroes de Iwo Jima con la ya mítica foto. Se pusieron entonces manos a la obra para realizar el proyecto. Un guión que concluyera con Iwo Jima y la mítica imagen como única obligación y contar con John Wayne en el proyecto. Con esos dos hechos, bastaba para conseguir la película en la que, por cierto, participaron los tres míticos héroes de la bandera de los cuales ya habló Clint Eastwood en "Banderas de nuestros padres".
La película sigue el ABC y la normativa típica del cine propagandístico durante la II Guerra Mundial. Entre 1942 y 1945 fueron muchas las producciones made in Hollywood que narraban las hazañas de la guerra y en las mismas teníamos en muchas ocasiones alguna historia de amor de por medio. Para ello, la película en cuestión separaba el tramo romántico y el bélico pero, para no eternizar la espera del combate, los intercalaba.
De este modo, en "Arenas sangrientas" tenemos un tramo de entrenamiento con historia de amor incluida (para su actor secundario, John Agar), para trasladarnos al fragor del combate en la isla de Tarawa. Posteriormente volvemos al tramo de pausa para enseñarnos más entrenamientos, como ha cambiado la vida de Agar... y conocer un poco más la del personaje de Wayne, ese duro pero padrazo Sargento Stryker.
Todo eso con el colofón final en Iwo Jima. Dos batallas con tramos de pausa entre medio. De los 105 minutos que dura la película, únicamente 40 son puramente bélicos, pero son de agradecer, con dos escenas de combate bien diferenciadas que hacen las delicias de los amantes de un buen cine bélico clásico.
Y no, no se me puede olvidar que como buena película de propaganda sobre los Marines, tiene que arrancar con el himno de los marines ("From the halls of Montezuma To the shores of Tripoli..." mientras los créditos anuncian a John Wayne como estrella del proyecto y acaban con los créditos de los héroes de verdad que tienen un pequeñísimo cameo en Iwo Jima.
Toca hablar de las dos escenas bélicas del film porque tienen ingredientes que las hacen merecedoras de esta mención. Comencemos por Tarawa, donde Allan Dwan nos muestra los preparativos a bordo del barco de turno para, posteriormente, mostrar las barcazas de desembarco. Estas barcazas en el Pacífico eran algo extraño que no se había visto en los proyectos rodados durante la II Guerra Mundial. Dicho desembarco, será el bautismo de fuego de unos cuantos personajes y, también, de la película.
Parece Omaha, pero no lo es. El infierno de Tarawa se nos muestra en tres pinceladas. La primera de ellas ese mencionado desembarco con los artificieros intentando desencallar la situación y John Wayne en modo héroe acabando por salvar a la tropa. De ahí pasaremos a la que para mí es la más mítica escena bélica de la película, donde tres soldados perdidos buscan cobijo pero, al estar sin munición uno de ellos va en busca de la misma. Se entretendrá con un café y al volver a por sus amigos, estos estarán muertos (más tarde, giro de guión, nos daremos cuenta que uno de ellos sí salió con vida).
Concluye el tríptico de Tarawa ese momento en que Stryker y los suyos deben defender una posición sin ser delatados. De esta manera, no podrán salir de su escondrijo pese a escuchar las plegarias de un hombre que grita a vivo pulmón el nombre de Stryker, provocando que el odio que le tiene el personaje de John Agar vaya en aumento.
Por otro lado, tenemos Iwo Jima, auténtica excusa de la película y a la que, quizás por desgracia, le eclipsan algunas escenas de Tarawa. Volvemos a ver un desembarco con las barcazas y, nuevamente, vemos los preparativos para el combate. El miedo en algunos, el orgullo en otros y ese honor por querer colocar la bandera del personaje italiano que no podía faltar en la producción.
Aquí la sangre correrá por todos lados, puesto que al ser el clímax final iremos viendo caer heridos o muertos a algunos de esos secundarios con los que hemos ido creciendo en la película. A destacar el momento en que un hermano salva a otro, herido, de la muerte, con Stryker haciéndoles la zancadilla para que pusieran cuerpo a tierra... o ese otro momento con el italiano yendo a buscar un bazooka y volviendo con un tanque a sus órdenes para desencallar la situación.
Pero si para algo uno espera con ansias Iwo Jima, es para ver coronar el Surabachi con la bandera de turno. Auténtico momento U-S-A de la película. Por el camino, no obstante, acabamos asistiendo a la primera publicidad encubierta antitabaco. O, al menos, me gusta vender así ese momento final donde, como no, un japonés traicionero sesga la vida de quien mejor nos cae en toda la producción. Por la espalda, como en una buena película rodada en la guerra, solo que esta se estrenó cuatro años después de terminar la contienda, y cuando ya tocaba el descanso del guerrero.
Padre e Hijo
Uno de los puntos fuertes de la película es la relación entre el Sargento Stryker (Wayne) y Conway (Agar). El segundo resulta ser el hijo de un ex comandante que tuvo Stryker a sus órdenes. Para el personaje interpretado por Wayne, dicho comandante era algo así como un padre, el prototipo de oficial que todo hijo y ser humano debería aplaudir con las orejas. Por ello, Stryker intentará hacer como de padre para Conway que, no obstante, detestará a Stryker porque le recuerda en exceso a su estricto padre ("Cada vez que le escucho, es como si escuchara a mi padre").
Stryker es, a los ojos de sus soldados, un hombre rudo que se "sabe el reglamento de memoria. Y seguro que se lo sabe del revésl... o lo tiene tatuado en el cuerpo". El montaje irá solapando el duro entrenamiento con las órdenes de Wayne, que en todo momento les prepara para luchar, para ganar pero, sobretodo, para intentar sobrevivir en el combate. Al igual que hará con Conway, con el que la tirantez irá en aumento durante la película para, posteriormente, en Iwo Jima enterrar el hacha de guerra.
Sabemos, cuando Conway anuncia que su hijo tendrá el nombre del abuelo (el del comandante), que el personaje ha hecho las paces moralmente con su padre y, por lo tanto, también con Stryker al que sabrá valorar en ese tramo final que la película necesita. Porque sí, el final es perfecto, tanto en el término propagandístico como en el del cierre de ciclo. Conway vivirá, con su mujer e hijo y los viejos guerreros son honrados, pero no parecen tener sitio en ese futuro que tanto han ganado con su sangre y sacrificio.
No me explayaré mucho en los personajes que tiene la película pero, como no podía ser de otra manera, está lleno de estereotipos de todos los colores. Tenemos al italiano, uno de esos viva la vida a los que le gusta la fiesta y que está dispuesto constantemente a colgar su bandera de EEUU (él es más americano que nadie) en Tarawa, primero, y en Iwo Jima, posteriormente, sin mucho éxito (Se la reservará para Tokio). El personaje de Stryker como Sargento paternal para todos, duro pero que cuida del rebaño, es otro ejemplo claro de topicazos. O el del hijo de Comandante del que su padre nunca estaría orgulloso pero que al final de la película es todo un ejemplo de lucha.
La ristra de secundarios se va completando con otro que le tiene manía a Stryker pero acaba entendiéndole, esos dos hermanos que se dedican en todo momento a pelearse entre ellos incluso en medio del combate, o de la nueva remesa destacar el breve papel de un pipiolillo que al entrar en la tienda de campaña y presentarse (y esta escena la tengo grabada en mi cabeza desde que era niño) llegará a decir que tiene "diecinueve años... bueno, dieciocho. Casi dieciocho". Todos sus libros, cual esstudiante intelectual, de poco le servirán una vez pise las sangrientas arenas de Iwo Jima.
Quiero dedicar este párrafo a esos recuerdos de la infancia. Veréis, hacía unos once o doce años de la última vez que vi "Arenas sangrientas" y muy probablemente casi 20 desde la anterior. Pero es una película que devoré en mi infancia que momentos puntuales como el de los patucos que regalan a la pareja que se casa, el momento en que Stryker salva a su "apadrinado" Conway de morir por una granada en unos entrenamientos por estar pensando en su historia de amor, o momentos como el mencionado en Tarawa del café estaban todavía en mi cabeza. Como no, el final también era uno de esos momentos que recordaba.
Por cierto, entre las escenas que más recuerdo está la del "paseo en Jeep". En la cuál Wayne lleva a Agar en jeep a ver a su amada. Pero el motivo por el que recuerdo esta escena de charleta en el jeep es porque cuando la vi mi abuelo no tardó en recalcarme lo que Wayne hacía con el volante. En efecto, Wayne movía el volante constantemente hacia un lado y otro como si fuera dando curvas cuando en realidad iban rectos. Víctimas del Hollywood más clásico, la escena se rodó con imágenes al fondo en marcha y el jeep quieto. La magia del cine.
"Arenas sangrientas" es una película de propaganda de la II Guerra Mundial con todas las de la ley. Rodada cuatro años después perfecciona algunas de las lagunas que tenía el cine de la época. Los medios fueron adecuados y, aunque necesita y se nutre de imágenes documentales, la realidad es que la fuerza de sus propias escenas de combate la hacen adorable, maravillosa.
Algunos la seguirán criticando por ser puro cine propagandístico de entretenimiento. Pero cuando este se hace con tan buen mimo, uno tiene que aplaudirla. Tenemos la historia de amor de turno, a un personaje cuyo pasado se nos irá mostrando en pequeñas dosis, no de flashbacks, si no de comentarios. La escena en la que Wayne va a casa de una mujer y descubre a un bebé contrastará con la de la carta que éste había escrito (sin terminar) para su hijo en vísperas de la sangrienta Iwo Jima. También la borrachera anterior ayuda a entender al personaje.
El montaje es ágil, tanto en las escenas de entrenamiento como en las de combate. Se centra en pequeños momentos y fragmentos del pelotón para, con dicho montaje, mostrar el paso del tiempo como si no pasara nada. La voz de un narrador para pequeños momentos ayudará también, en ese aspecto.
El resultado final son dos escenas de combate muy disfrutables dentro de los cánones del cine bélico de la época, y una producción que sigue sin quitar el sanbenito a los pobres nipones, que siguen siendo los mayores villanos sobre la faz de la tierra. Y Wayne, oh Duke... está perfecto en el papel de sargento que cuida de los suyos en todo momento, pese a su dureza. ¿O acaso no se nos cae la baba viéndole enseñar a bailar a uno de los reclutas? ¿O no disfrutamos con su dureza cuando golpea en el moflete a otro de sus hombres?...
Desde aquí no puedo si no recomendar un título que nadie debe olvidar de los años 40. Si hubiese sido rodada cuatro años antes, hubiera sido la crítica más permisiva, mucho más, con este título que busca rendir homenaje a los que lucharon por su país, con las reglas del Hollywood de la época. El resultado es, cuanto menos, de notable.
Nota: 7,5
Lo Mejor: El Sargento Stryker en su totalidad y el desembarco en Tarawa.
Lo Peor: Tener la imperiosa necesidad de encasquetar una historia de amor, por corta que fuera.
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