Meses después del estreno de una de las mejores y más populares películas bélicas del Siglo XXI, y con la crítica realizada en su momento, toca analizar "1917". Aviso a navegantes, es un análisis donde se destriparán momentos importantes de la película. Si únicamente queréis leer la crítica de la misma, clickar en el enlace: Crítica de "1917".
Una misión
Dos soldados descansan en la retaguardia de un día tranquilo. 6 de Abril de 1917. Un superior avisa a uno de ellos que escoja un acompañante para que se presenten ante sus superiores. Así de fácil comienza la epopeya en la que dos soldados (interpretados por George MacKay y Dean-Charles Chapman) tendrán que recorrer kilómetros a contrareloj, sortear los peligros y ejercer de mensajeros para evitar una posible masacre.
Mendes sigue detenidamente el camino en el que los dos hombres se adentran en las trincheras hasta alcanzar el búnker de oficiales. A estas alturas ya vemos como la idea del director es narrarnos en plano secuencia todo. Uno no puede dejar de ver dónde puede haber truco mientras la pantalla está inundada de extras. Se ve el mimo con el que se han manejado diferentes aspectos como el vestuario o los decorados. Los extras también tienen que ir haciendo de las suyas.
El inicio recuerda lejanamente a "Senderos de Gloria", pero aquí los soldados que sortean no están quietos contemplando al Coronel Dax. Aquí cada grupo hace lo suyo, con diferentes conversaciones que quedan secundadas ante lo que de verdad importa, ese plano central con dos soldados que serán protagonistas y a los que veremos en todo momento en pantalla, cargando con gran parte de peso de la película.
Una vez se les explica la misión (Colin Firth, uno de esos pequeños papeles de actores consagrados que veremos en el film) empieza la carrera. Conocemos que el hermano de uno de los protagonistas está en el frente y, por él, moverá cielo y tierra para alcanzarle. Especialmente interesante es el momento en que deben salir de las propias trincheras hacia la tierra de nadie. Un casi andrajoso o digamos desaliñado suboficial les indica a desgana qué deben hacer. En cierto modo nos recuerda a ese último puente en el río Vietnamita que surcaba Martin Sheen y su tripulación en "Apocalypse now".
No saben qué se encontrarán al otro lado, y esa cucaracha (o rata) que les mira por encima del hombro, les vende poco menos que dos cruces de madera en el frente.
Nuevamente, toca recordar, la cámara sigue a los dos protagonistas. La Banda Sonora de Thomas Newman, inmersiva en todo momento al estilo de las últimas obras firmadas por Hans Zimmer, por ejemplo, se torna algo más oscura para avisarnos del peligro que acecha. Nuevamente el apartado de producción se merece un diez. El realismo con el caballo muerto o el momento en que uno de los protagonistas comienza a sangrar tras enredarse con una alambrada son superados por esos muertos repletos de barro y totalmente podridos en los que inesperadamente acaba clavando su mano (sin querer) el protagonista principal (MacKay).
Llegamos a ver un cuervo en medio de un río en uno de esos planos que ponen la piel de gallina. La cámara, que ha llegado al charco en medio de un hoyo en el campo de batalla, sobrepasa como Jesucristo por encima del agua, mientras contemplamos a lo lejos a los dos protagonistas avanzando detenidamente repletos de barro. El realismo extremo es digno de aplaudir, puesto que no hemos notado truco alguno y eso demuestra que el equipo de producción se esmeró en cavar largas trincheras y crear todo un campo de batalla, esa tierra de nadie. Los efectos visuales (para cosas pequeñas como dos aviones sobrevolando en la lejanía o el cuervo) son perfectos. Tan pequeños que uno no se llega a dar cuenta de su existencia, algo que sí sucede en el cine de Ciencia Ficción por motivos obvios.
Tal y como se preveía, sobretodo tras contemplar como nuestros protagonistas han salido sin rasguño alguno de la tierra de nadie, los alemanes han abandonado sus trincheras. Digno de elogio nuevamente la composición de Newman, con un in crescendo previo generando tensión en el espectador antes de contemplar como no hay enemigos a la vista. Pero más aún la fotografía de Roger Deakins (galardonado con el Óscar por este trabajo). Ya nos había avisado en la trinchera "amiga" cuando los soldados pasaban de golpe a la oscuridad del búnker y el cambio de luz era perfecto. Aquí lo vuelve a hacer, si bien en este plano sí que llegamos a ver una décima de segundo la imagen totalmente en negro.
Toca avisar de ello porque "1917" tiene únicamente un corte claramente perceptible a lo largo del metraje. Se trata de dos larguísimos planos secuencia, si bien necesitan truco, no sólo para evitar que el error de cualquier personaje o extra de al traste con el film. Por el camino habíamos llegado a ver en algún momento planos "estáticos" totalmente escondidos con gran destreza.
Por ejemplo, en un momento dado la cámara en travelling acaba superando una roca, con los protagonistas al otro lado. Durante escaso tiempo que no llegaría a superar el segundo, no se llega a ver a ningún actor ni movimiento en la pantalla más allá del que ejecuta el travelling. Lo cuál indica que es en esos momentos donde Mendes debía parar de rodar, dar las nuevas indicaciones, y que la cámara prosiguiera grabando. Después, en la sala de montaje tocaba dar sentido a todo con un travelling regular de principio a fin. El truco está ahí, imperceptible para el ojo humano, y la maña del equipo técnico hace viable que el film sea una genialidad de principio a fin.
Volviendo a las trincheras alemanas, una rata (CGI) acaba haciendo estallar una mina. Momento en el que lógicamente se vuelve a parar el rodaje. Uno de los soldados salva al otro que ha quedado enterrado y lo vemos todo igual de gris y polvoroso que los protagonistas. He de reconocer que en el cine acabé la escena maravillado. La fotografía de Deakins y la gran destreza para llenar de polvo la pantalla provocan que una vez se vuelve a ver la luz, esta nos haga el mismo efecto de dañar la vista que a los protagonistas. Todavía llegamos a verlo nublado, como ellos.
La Granja
Los dos protagonistas continúan la aventura y es en este tramo algo más relajado donde llegamos a conocer un poco más a ellos. No es que el guión de "1917" sea precisamente su punto fuerte. Es un guión hilvanado lo suficientemente bien como para movernos por todo el frente con soltura y llegando a conocer lo suficiente a los dos personajes, sus miedos, su pasado (pero no tanto del protagonista principal, como si de un llanero solitario se tratara) como para no caer en el tedio en una película con escasa acción pero mucho movimiento.
La llegada a la granja tiene el punto de inflexión principal de la película. Aquí se acaba el primer acto con la muerte de uno de los protagonistas. Contemplan en la lejanía un combate aéreo (nuevamente espectacular los efectos visuales) y el avión alemán abatido acaba chocando contra la granja. Aquí ya Mendes y su equipo se coronaron. Porque a pesar de que sabemos que el avión que llega es falso y puro CGI, en ningún momento llegamos a perder la vista de que no parece haber truco, pero sabemos que debe haberlo.
Como tampoco sabemos como Dean-Charles Chapman acaba la escena blanco pálido una vez le han clavado el cuchillo. La cámara apenas deja de mostrárnoslo unos pocos segundos, los que su compañero va a por agua. Cuando este se gira, con el plano atento a él, la cámara gira para que veamos como el piloto alemán clava un cuchillo a uno de nuestros queridos protagonistas. Poco a poco se quedará blanco, hasta la muerte, en una escena realmente lograda. A la que nos hemos descuidado aparecen por allí soldados que serán los compañeros de viaje de nuestro protagonista.
La Ciudad
El camino es relativamente corto pero nuevamente contemplamos como la película sigue sin corte alguno. Es decir, el tiempo que pasa de metraje es el mismo que nuestro protagonista lleva sorteando el peligro. Vemos como la cámara sube a la camioneta con los soldados, como bajan, como empujan el camión y como vuelven a subir. Todo eso sin pestañear, sin corte alguno. Hay que destacar que para conseguir en dos terrenos tan dispares como el interior de una camioneta y el aire libre la iluminación y la fotografía cuelen y nos dejen ver lo que sucede, hay que tener muchísimo nivel.
Llega entonces el momento de la ciudad, el único contacto con el enemigo que llegará a tener nuestros protagonista. Tras cruzar el río con velocidad al ser disparado por un tirador, el cabo Schofield (MacKay) ya solo ante el peligro, acabará accediendo a la casa donde parece haber abatido al tirador. Éste le sorprende, se disparan mutuamente y vemos como el protagonista cae. La imagen va a negro.Y el espectador, por primera vez en lo que llevamos de película siente que se cambia de plano.
Si hasta ese momento la dirección de Fotografía de Deakins era soberbia, tocaba poner la guinda con una escena que bebe del expresionismo alemán. Luces y sombras se conjugan para regalarnos planos preciosos. Especial atención al momento en que la cámara se aproxima a la ventana y desde ella contemplamos el paso del tiempo con la oscuridad (luces y sombras). Cuando ésta se deja caer mediante grua (suponemos) desde la propia ventana, ya tenemos a nuestro protagonista de pie contemplando el horror de la guerra. El fuego, la destrucción se hacen totalmente visibles en esa localidad francesa.
Ahí comienza la persecución. Soldados alemanes persiguen al cabo Schofield que inicialmente logrará resguardarse en una casa donde habita una mujer francesa y un bebé. Se trata del único momento en que nuestro protagonista para a conciencia, se toma unos segundos de respiro. Lo suficiente hasta que vuelve a recordar que hay una guerra en curso y que le prometió a su amigo que salvaría a su hermano. El espectador, al igual que el protagonista, coge algo de aire en una escena que puede parecer metida con calzador pero que nos sirve para mucho.
Por una parte vemos como el hombre no contesta a la pregunta de si tiene hijos. Tal y como he comentado con anterioridad, la vida personal del cabo Schofield es, para nosotros, toda una incógnita (no sabemos ni si tiene a alguien esperándole. Sólo sabemos que vendió su medalla por una botella de vino). Por otra parte nos sirve para tener al único personaje femenino de la película y también la viva imagen de quien tiene la guerra en su propia casa. Una mujer francesa a la que el infierno le pilló por sorpresa.
Schofield saldrá y tendremos una nueva persecución. La cámara sigue sin perder de vista a nuestro protagonista. Deakins hace de las suyas con la fotografía en una secuencia que es, de principio a fin, SENSACIONAL, y el acompañamiento musical de Thomas Newman llega aquí a sus cotas más altas en el film. La sensación de peligro es latente. Toca correr con el personaje. Para algo Mendes nos ha regalado esta obra, para que en todo momento sintamos estar de lleno en el campo de batalla, con el peligro acechando en cada esquina. Perseguido, solo queda una salida... saltar al río desde el puente. Salir de la oscuridad y las tinieblas en las que Deakins nos ha metido.
Resurrección
En un momento dado de la película, camino de la granja, los dos protagonistas llegaron a hablar de los cerezos en flor, algo que les recordaba a su Gran Bretaña natal. Esas mismas flores hacen acto de presencia cuando nuestro protagonista está en el río. Ha estado a punto de morir... ¿O está soñando y realmente ha muerto?. Esos cerezos nos indican que quizás estemos ante un momento onírico. El río le lleva a un lugar infestado de muertos, muchos de ellos en clara descomposición, flotando en el mar.
Como si del infierno se intentara salir, nuestro protagonista tiene que sortear a todos los muertos para salir de la oscuridad en la que está inmerso. Al llegar a tierra, totalmente ido, suena una canción en la lejanía. Ligeramente la podemos seguir poco a poco. Es como si esa musiquilla llamara a nuestro protagonista, que no duda en caminar camino de ese mensaje. Se trata de una canción de misa, otro detalle que invita a pensar en lo onírico de la situación, de un hombre que acaba de salir de la oscuridad, de entre los muertos y oye la llamada de auxilio que intenta salvarle.
Tras sentarse a descansar a seguir esa misa junto a numerosos soldados, se enterará de que por fin ha llegado a Ítaca, a ese homérico objetivo de volver a casa, en este caso el objetivo de alcanzar al regimiento al que debe salvar. Pero ya ha amanecido y se preparan para el ataque. Nuestro protagonista se lanzará a una última carrera por salvar miles de vidas.
Si hasta ahora todos los decorados habían sido mimados, incluida una ciudad en ruinas y el destruido puente que la custodia, ahora toca un nuevo decorado al salir del bosque: Las trincheras de nueva construcción. Toda una rareza, pero perfectamente explicada. Se trata de un campo virgen en cuanto a combate se refiere, que está a punto de recibir su bautismo de fuego. Schofield camina a lo largo de la interminable trinchera. Pero el exceso de soldados hace que le sea imposible avanzar con firmeza y el ataque está a punto de arrancar.
Con la mente fijada en alcanzar el búnker de oficiales, acabará exponiéndose al peligro cuando está a punto de salir la primera oleada y corre en el plano que cerraba el trailer y que se podría decir perfectamente que es la escena más épica de la película. No son muchos metros pero correrá como si no hubiera un mañana, y a su paso chocará con soldados que salen con bayoneta calada, en pos del enemigo. Se cae y vuelve a levantarse, mientras la cámara se aleja y vemos a los numerosos extras avanzar hacia lo desconocido, mientras las bombas caen sobre sus cabezas.
Lo que viene después es una escena pausada. El momento épico ha pasado, el objetivo se ha cumplido y toca el descanso del soldado. No sin antes ver que el hermano de su fallecido compañero está vivo. Se cierra de esta manera la película, cíclica en cierto modo. Un día antes dos hombres esperaban descansando en la retaguardia. Han pasado 24 horas, muchas penurias por el camino, pero el cabo Schofield vuelve a poder descansar, apoyado en un árbol, al igual que en el plano inicial de la película. Sólo que esta vez no son dos, uno se ha perdido por el camino. El mensaje de "vuelve a casa" junto a una foto nos recuerda indirectamente a su fallecido compañero.
Como había comentado, el guión no es el fuerte de la película. Pequeños destellos para que conozcamos a los dos personajes. Diálogos que nos muestran no solo temas alejados del combate, si no que recuerdan algunas de las principales batallas que tuvieron lugar durante la Gran Guerra. Todo detalle para que la película avance. Porque sí, el film avanza en todo momento, a contrarreloj la mayoría del rato. Y el guión es un sustento, un apoyo, una mera excusa hilvanada para lanzarnos una película bélica diferente.
Eso sí, se permite licencias alejadas del cine de la Gran Guerra, como es el hecho de que todos los alemanes que vemos en la película son muy malos. Por un lado por la estrategia traicionera en un conflicto tan estático. Por otro, que un piloto alemán, que se distinguían por la caballerosidad, clave un cuchillo a quien le está ayudando. Y en la ciudad, con nocturnidad, el soldado al que intenta dejar vivo si no grita, pero se dedica a jugarse la vida avisando a sus compañeros. Todo eso en un conflicto donde sobrevivir era el único objetivo, son licencias cinematográficas un tanto alejadas del cine de la Gran Guerra.
Porque al equipo técnico de la producción se le debe la genialidad. A Mendes por atreverse a algo tan complicado y a todos los demás por hacerlo posible. Podríamos volver a incidir en como Thomas Newman acompaña y acompasa la película en sus diferentes vertientes. Como Deakins consigue dotar de unidad a toda la película y se atreve cuando es de noche para dejarnos embobados contemplando la propuesta. También como el equipo de Producción tuvo que crear hasta tres trincheras diferentes, una tierra de nadie, una granja y una ciudad en ruinas totalmente de la nada. Y que la mayoría de ellas tuvieran conexión cercana para poder llegar en un mastodóntico plano secuencia.
Pero es que hasta toca mencionar a los extras. Vestuario, decorados y numerosos extras a los que tocaba dar indicaciones. En la primera parte de la película, con la trinchera, o en la última, sobretodo con ese asalto final donde el protagonista corría mientras se topaba con soldados con los que, inevitablemente, tendría que chocar. "Sigan, sigan", que diría algún árbitro de fútbol. El espectáculo debía seguir. Y aunque el final pausado sirve para dar reposo a una película amable en su mensaje, no está de más recordar las penurias y el largo trayecto por el que debía pasar el cabo Schofield para llegar hasta ahí, llegando a volver de entre los muertos.
"1917" es, por todo ello, un viaje alucinante. Una película necesaria, como lo fue en su día "Dunkerque" a la hora de dar una vuelta de tuerca al género. En unos tiempos donde parece que el realismo exacerbado con sangre a borbotones era la única salida para el género, dos producciones tan cercanas, han mimado hasta el último fotograma sus producciones, cada una de manera diferente, para regalarnos un cine bélico que no tiene nada que ver con lo visto hasta entonces. La película de Mendes no contiene la mejor historia y epopeya del cine bélico o de la Primera Guerra Mundial, pero el viaje merece muchísimo la pena. Es por ello que mientras otras notables películas puede que no pasen la prueba del paso del tiempo, creo firmemente que "1917" sí lo hará. Sobrevivirá dentro del mundo del cine por llevar el plano secuencia a un territorio donde parecía imposible que pudiera funcionar.
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