Hoy toca VIETNAM. Y sí, lo pongo en mayúsculas porque es como le gustaría reconocer al director de cierta joya de película a una de sus obras maestras. "Apocalypse now" llegó a Cannes en 1979 tras un periplo de tres años de proyecto que pudo llevar a la ruina a Coppola e incluso a su matrimonio. Pero del rodaje tormentoso de la película ya hablé en el 40 aniversario de su estreno en el prestigioso festival de cine francés. Hoy toca analizar en mayor profundidad la película, incluyendo fragmentos que han aparecido posteriormente en las dos versiones: Redux y Final Cut.
La locura, y el horror, perfectamente interpretados. Se comenta que Brando no se había ni leído el guión y que gran parte de sus discursos son improvisados. A quien esté ansioso por el combate, esta parte final de la película le puede resultar aburrida. Sobretodo cuando tras casi dos horas de viaje en barco (aún más en versiones posteriores), uno se ha acostumbrado tanto que el ritmo puede decaer un poco. No importa, ahí está Kurtz para repartir conciencia, para hablarnos de otro mundo que es posible, el que él ha vivido junto a esa tribu.
Saigón
Contemplamos la extensa jungla vietnamita. Sobre ella, sobrevuelan helicópteros y aviones, vemos fuego, napalm, destrucción. Todo ello acompañados por la música de The Doors, "The End" un aviso a navegantes. El plano se solapa con el del Capitán Willard (Martin Sheen), que aguarda en una habitación de un hotel de Saigón.
"Quería una misión... y por mis pecados, me dieron una". La voz en Off es de Martin Sheen, en ocasiones olvidada estrella del proyecto porque este fue (con permiso del "Malas tierras" de Malick) su primer gran papel. Éste iba a ser destinado para Harvey Keitel, pero no gustó al director ni productores tras las primeras dos semanas de rodaje y fue sustituido. En "Saigon, aún solo estoy en Saigón", el Capitán Willard, protagonista principal de este viaje al corazón de las tinieblas, nos describe como es su vida. Quiere estar en el frente cada vez que está en casa, y viceversa. Como un Cowboy, no tiene sitio en este mundo, algo que ya sucedería con muchos veteranos de Vietnam.
Un pequeño detalle del principio de la película es el alcoholismo del protagonista. Algo que pasa desapercibido en la versión de 1979, que únicamente muestra la botella de Whisky en ese tramo inicial de locura, donde el propio Martin Sheen se cortaría la mano de verdad al romper el espejo. Pero en el Final Cut llegaremos a ver planos "escondidos" en la versión original, como cuando, a escondidas, llenará su cantimplora de alcohol ya a bordo del barco rumbo al Coronel Kurtz. Ese coronel Kurtz es la misión de Willard, y a medida que este avanzará en su viaje, más de acuerdo llegará a estar con sus ideas.
"Cuando se acabara (la misión) nunca más querría otra". Frase lapidaria con la que Martin Sheen nos explica lo que está a punto de ver nuestros ojos. Toca darse cuenta de que la película no tiene ningún flashback, pero ese tramo inicial se nos narra como si fuera el pasado y nuestro protagonista todavía estuviera vivo para poder contar su viaje al infierno.
Una vez enviado a recibir órdenes, donde vemos a un pipiolo Harrison Ford, tenemos una de las escenas que pueden pasar desapercibidas pero donde toca detenerse un momento. Los oficiales que le envían a la misión comen bien, viven bien, y hablan de ese ajusticiamiento al loco del Coronel Kurtz como si de justicia divina fuera. Más adelante el propio Martin Sheen llegaría a decir (en off) que "acusar a alguien de asesinato en este lugar es como poner multas por exceso de velocidad en Indianapolis".
"Esta misión no existe, ni existirá nunca" le llegarán a decir. El espectador está avisado. Poco a poco van metiéndonos en un horror del que no podremos salir pero, al igual que los protagonistas, parecemos dispuestos a entrar en el barro con ellos por mera curiosidad.
"En vietnam la mierda se acumula con tanta rapidez que necesitas alas para no mancharte" (Capitán Willard).
Llegamos a la primera parada en el carrusel del horror y nos topamos con este individuo que lanza cartas de una baraja a los vietcongs muertos. Un tipo zumbado del séptimo de caballería que, no obstante, ama y cuida de sus hombres. Pero tiene una obsesión, el surf, ese deporte californiano que obliga a practicar a algunos de sus hombres, e incluso él mismo practica en algunas zonas. Destrozan todo a su paso en una aldea y, si hay buenas olas, se dedican a surfear. Así es el bueno del Coronel Kilgore, cuyo modus operandi de vida nos enseña una verdad inmutable: "Charlie no hace surf".
Pasa olímpicamente del Capitán Willard y sus hombres hasta que se entera de que entre el grupo que le acompaña está un famoso surfero californiano. Ahí comenzará a hablar de surf al chavalillo que poco a poco pasará de estar entusiasmado y alucinado con la idea de surfear a horrorizado ante la locura de un Coronel que pretende hacerle surfear en plena batalla. Es ahí donde Kilgore, descamisado, acabará lanzando la que es, sin duda, la frase más famosa de la película. "Me gusta el olor a Napalm por la mañana..." así arranca, para, tras narrarnos una batallita en una colina culminar con "Que pestazo a gasolina quemada. Aquella colina olía a... victoria".
Es con el Coronel Kilgore y su presencia donde contemplamos la escena más famosa de "Apocalypse now". La cabalgata de las Valkirias de Wagner suena a todo volumen a través de los helicópteros que asaltan una aldea cercana a la costa. Es como un canto de ballenas, un aviso para alertar a los vietnamitas que llega la primera del noveno (el séptimo de caballería). Acompasados con la música, Coppola nos muestra la cruenta batalla, el atropello, y la absurdidad de la guerra.
Veremos como un helicóptero trae la lancha patrullera de nuestros protagonistas para que sigan su viaje. En realidad, es una batalla innecesaria para los intereses de Willard y los suyos. Están ahí porque Kilgore aprovecha el viaje a dejarles vía libre para meterse de lleno en el fregado de la contienda. Por ello y porque ahí puede haber buenas olas para hacer surf y a él le "sobran pelotas para hacer surf" en ese lugar. Dentro del carnaval de los horrores de esa escena, destacar el momento en que sabotean un helicóptero haciendo estallar por los aires almas americanas. El Coronel Kilgore pedirá perseguir a los culpables al grito de "Métele el patín derecho por el culo".
Vuelvo a hacer un alto en el camino para hablar de una escena escondida que no aparecía en la versión original y sí en las posteriores. Al Coronel Kilgore le llegarán a robar su tabla de surf, y veremos como la lancha está escondida bajo unos árboles mientras arriba el Coronel grita por megafonia que le devuelvan su tabla de surf y que no habrá represalias. Justo después asistimos al momento en que Chef (Frederic Forrest) y Willard (Sheen) salen a buscar ¿setas? fuera del río. Serán sorprendidos por un tigre que les hará huir despavoridos y subirse a la barcaza.
"No hay que salir de este barco" (Chef). Esa frase no podría ser más premonitoria, y es que uno de los detalles de la película es que fuera de ese barco está la más abosula locura, personificada en ese Coronel Kilgore, en el tigre, o en el mismísimo Coronel Kurtz al final del viaje. Pero al mismo tiempo, es fuera de ese barco donde contemplaremos otros horrores. Ese barco, en cierto modo, es lo único seguro en ese infernal mundo. Si bien a medida que se adentran en el corazón de las tinieblas, la locura se irá apoderando de los propios protagonistas.
A destacar en ese particular y alucinojeno viaje al surfero Lance B.Johnson (Sam Bottoms). En los primeros compases le llegamos a ver surfear aferrado a la barcaza, pero en un momento dado (al menos en el Redux y algo que queda patente en el Final Cut) llegará a probar una droga potente. A partir de ese momento el personaje comenzará a estar totalmente ido, como fuera del grupo, disfrutando del sol, adorando a un cachorro al que cuidará. Comentar como en la posterior escena en el último puente en manos norteamericanas acompañará a Willard pero no será más que una sombra, incapaz de hacer nada que no sea alucinar con las luces. ha entrado en otra dimensión, de la que no saldrá en ningún momento, llegando a incorporarse como uno más dentro de la tribu que sigue al Coronel Kurtz.
Quizás sea esa locura, el abrazar totalmente ese infierno por culpa de las drogas, lo que acabe manteniendo con vida al personaje a lo largo de la película. Ese mal viaje para Willard parece llegar a ser un mundo de fantasía para el surfero californiano.
A Charlie le basta con un bol de arroz para disfrutar de una buena noche. Algo así es lo que dirá Willard tras esa parada de repostaje tan extraña en la cuál las conejitas de playboy darán un show especial para las tropas. Se quedarán a disfrutar del show nocturno y partirán a la mañana siguiente. Tres showgirls de la revista, misses de algún mes del año están allí, en un bolo para entretener a las tropas. Estas, necesitadas como están de carne femenina, acabarán asaltando el escenario provocando que el manager de las muchachas opte por abortar la misión.
Una escena que nos parece divertida, pero en la cuál la música nos acompaña al inframundo nuevamente. Lo que vemos nos parece gracioso, pero es un claro aviso de que los soldados allí apostados han acabado de abrazar la locura, y son capaces de cualquier cosa. Todo ello ante la atenta mirada de los charlies, esos que con un bol de arroz serán felices.
*Destacar que en la versión Redux (pero no en la original ni en el Final Cut) estas mujeres volverán a aparecer posteriormente. Los supervivientes de la barcaza de Willard llegarán de casualidad a donde está el helicóptero de las conejitas. No tienen combustible. Le piden combustible a Willard a cambio de... ciertos favores. En efecto, una escena olvidada pero que merece la pena ver. A cambio de combustible para poder salir de ese infierno, venden los cuerpos de las mujeres. Que, igualmente, también parecen estar bastante necesitadas de cariño.
Poco después asistimos al asalto a una barcaza vietnamita. Willard no quiere que se haga, pero el capitán del barco (Albert Hall) dice que mientras él mande en el barco, se hará lo que se tenga que hacer. Todo acaba con Chef subiendo al barco y los nerviosos pipiolos disparando. Lo único que escondían esos vietnamitas era... un cachorro. Pero ya es tarde, y aunque todavía la mujer está viva y Chef quiere subirla al barco, Willard acaba con la agonía. Bastante tiempo se ha perdido con la tontería como para aceptar llevarla a un hospital.
Llegamos a una de esas escenas que siempre me han impactado. De noche, Willard y el surfero bajarán a por combustbile tras ser recibidos por un hombre que nada más verles, le da un nuevo informe y sale huyendo de allí. Los soldados van en contra dirección, otros saltan del puente al río. Nadie quiere estar en ese infierno. Poco a poco contemplamos como en ese puente hay una guerra de trincheras. Únicamente llegamos a ver a un grupo de afroamericanos allí afincados, y a uno que llaman cucaracha con un oído y olfato únicos para cazar charlies.
Nadie dice nada, el juego de luces con la banda sonora (compuesta por Carmine Coppola y el propio director) y con la gran labor de Vittorio Storaro en la Fotografía nos muestra algo así como un parque de atracciones decrépito y decadente. Es un mal sueño, el último punto donde llegarán a ver americano. Más allá de ese río sólo está Kurtz. Y la locura es cada vez mayor en los soldados aquí afincados. Willard preguntará por quién está al mando, y tras no recibir respuesta de nadie, uno de los soldados afroamericanos les preguntará: "¿No está usted al mando?". Cucaracha directamente mira con desafío y se marcha. El juego de sombras llegando a la oscuridad en muchos momentos acongoja y nos recuerda que allí, la cordura, fue la primera en salir huyendo de ese lugar.
A partir de ahí no hay más "amigos". El surfero cada vez entra más en su locura, y tras estar totalmente mudo en el puente ahora comenzará a encender bengalas y a enloquecer. Su viaje está llegando al clímax. Es entonces cuando empiezan a caer, uno a uno, como en una película de terror. Muere el joven interpretado por Laurence Fishburne (que se presentó al papel con tan solo 16 años, mintiendo sobre su edad), mientras escuchaba un cassette con un mensaje de su madre. Posteriormente caerá en un nuevo ataque de lanzas (son tribus y no vietcongs) el jefe del barco, este último intentando en un ataque de locura e ira acabar con la vida de Willard.
Cabe destacar que desde el primer momento se veían los roces entre estos dos personajes. Uno tenía la misión de llevar al otro lado del puente a Willard, mientras éste tenía la misión de una vez ahí continuar solo. Uno es capitán de una importante misión secreta, mientras que el otro tiene un barco y su tripulación. No deben entrometerse el uno en el trabajo del otro pero constantemente esto genera malos rollos entre ambos. Tras su muerte, los otros dos supervivientes de la tripulación (Chef y el surfero) deciden llevar a Willard a su destino, para después volver todos juntos. En cierto modo, el hecho de quedarse sin capitán les deja desamparados, y ven en Willard la única opción para salir vivos de ahí. Pero ahora, el barco ha dejado de ser el lugar seguro y sagrado, un vez han cruzado ese puente que separaba la cordura de la locura.
El último alto en el camino antes de encontrarse con Kurtz es el de la llegada a la plantación francesa. Una escena suprimida de la versión original para no alargar en exceso la producción, pero clave en el aspecto histórico de la película. Asistimos al funeral por los caídos durante el viaje, y los protagonistas tendrán un pequeño rato de desasosiego y entretenimiento con una distendida cena. Distendida porque ahí se ponen a discutir los franceses entre ellos sobre el motivo de esa guerra y de qué pintan unos y otros en el combate.
Ellos, como colonialistas, ya vivían allí. Son una familia con muchos años de vida en Indochina y, por lo tanto, decidieron quedarse. Apenas defienden el puesto con un puñado de soldados franceses. Toca recordar que la guerra de Vietnam se inició siendo colonia francesa y que no fue hasta años más tarde que los norteamericanos entraron en combate. La escena nos sirve para conocer un poco más de política sobre Vietnam e historia. Es, en cierto modo, el único momento donde la película aparca su viaje a la locura para mostrarnos, en esa plantación que salía oníricamente de entre la niebla, otro tipo de vida allí presente. Quizás el hecho de romper con el ritmo en espiral al infierno de la película, Coppola no incluyó en el montaje inicial esta larga secuencia. En mi opinión, soy un amante de la versión original a pesar de que el Final Cut contiene un equilibrio bastante bueno entre las dos versiones anteriores.
La escena se culmina con una escena sexual. En la versión original ninguno de los tripulantes del barco tenía sexo; en el Redux los tres miembros todavía vivos lo tenían (acordaros de las conejitas playboy) y en el Final Cut sólo el oficial.
Llegamos al infierno final. Como si de un monstruo final de pantalla se tratara, el barco llega a una zona donde se mezcla una tribu y soldados que parecen mercenarios. Son hombres perdidos, quizás tildados de desertores, liderados por un hombre que (poco antes nos informan) fue a cazar a Kurtz al igual que Willard, pero se cambió de bando. Si es que hay un bando, porque Kurtz en su locura creyéndose un Dios, ha ido contra todos, matando vietcongs y matando norteamericanos. El tiene su propio ejército, su propia colonia. ¿Por qué lo hizo? un gran misterio sin resolver. ¿Cómo pudo la guerra corromper y cambiar a un hombre que había sido tan condecorado?
Como si de un Dios y a la vez filósofo se tratara conocemos a ese Kurtz, casi siempre en las sombras. Esto fue debido a que Marlon Brando llegó con kilos de más y la solución para evitar ver a un hombre teóricamente en forma con una veintena de kilos de más, fue tenerlo en las sombras. Con la cabeza rapada, como con esa afilada navaja de afeitar por cuyo filo se deslizaba el caracol de los sueños del propio Kurtz, la imagen impone, sobretodo con la altura del actor.
Los cuerpos sin vida, las cabezas cortadas... incluida la del Chef cuando iba a enviar un mensaje para destruir el campamento de Kurtz, nos recuerdan que en el fondo no deja de ser un salvaje asesino con aires de grandeza. Pero todo forma parte de un plan. Por un extraño motivo, deja a su presa libre totalmente. Deja que Willard escape a cambio de que este acabe con su agonía. Willard asiste atónito al horror, el rostro de la cabeza de Chef ha acabado por volverle loco. No estaba seguro de si quería completar la misión, pero Kurtz se lo ha pedido.
"El horror tiene rostro. Tienes que hacerte amigo del horror". Ese horror que se había escuchado en la voz de radio de Kurtz al principio de la película nos vuelve a aparecer en ese tramo final. "El horror... el horror" serán las últimas palabras de Kurtz antes de que en un ejercicio de montaje descomunal Willard apalee hasta la muerte al Coronel, mientras fuera se hace lo propio con ganado. La comparativa deja los pelos de punta. En silencio, totalmente enloquecido por ese mal viaje peor que el de la droga, Willard sale de allí ante la atenta mirada de la tribu. Ha acabado con su Dios, pero nadie hace nada, porque quien acaba con un Dios... debe de ser otro Dios. Recoge al surfero, ya integrado en la tribu y, como si de un niño pequeño se tratase, se lo lleva a la barcaza.
Reciben una llamada para saber si siguen vivos. Si no descuelgan, si no informan de lo contrario, la aldea será arrasada. Pero Kurtz es lo que ha dejado escrito, quiere que con él, esa aldea y sus gentes sean borradas del mapa.
Maravillado desde pequeño cuando en numerosas ocasiones no pude ver la película completa (nunca llegaba más allá del puente) debido a las altas horas, desde la primera vez que acabé "Apocalypse now" la puse muy alto en mi lista de preferencias. He contemplado el horror de Coppola en sus tres versiones, y me sigo quedando con la original, la que más veces he seguido, si bien he disfrutado de lo lindo pudiendo ver el Final Cut en cines.
No sé si es por el hecho de, por fin, visualizar en pantalla grande la película. Pero me pude detener en pequeños aspectos, planos que parecían insignificantes pero que a la postre eran claves a la hora de definir a los personajes: El alcoholismo de Willard, el viaje por las drogas de ese surfero cada vez más oscuro, el nerviosismo de Chef, o ese duelo entre los dos capitanes por ver quién la tiene más grande.
El resultado es un viaje por el río que merece la pena ver más de una vez. Porque los pequeños detalles se descubren con el paso de los visionados. Incluso ese místico y divino personaje interpretado por Marlon Brando se hace tan necesario para contemplar en su magnitud el horror, el mismísimo horror, que aguarda al final de ese viaje al corazón de las tinieblas a través de la locura.
Con escenas míticas del cine bélico como la de los helicópteros al amanecer al son de la Cabalgata de las Valkirias, sin duda alguna una de las mejores en el ámbito bélico por mucho que pasen los años, o con ese puente totalmente en ruinas donde se nos avisa de que lo mejor es salir huyendo de ahí. No se trata de una película muy enfrascada en el ámbito bélico. Es más un viaje por el que pasa el Capitán Willard (y con él sus acompañantes) para ir conociendo los horrores de Vietnam.
A pesar de que no está basada en hechos reales (se basa en la obra "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad, que estaba escrita muchos años antes de que existiera Vietnam como tal, y está ambientada en África), "Apocalypse now" consigue meternos en el horror de la guerra y uno acaba aceptando que eso es Vietnam: mujeres, drogas, surf, cabezas cortadas... atropellos varios. Esa "mierda" de la que hay que necesitar alas para salir, ese infierno y horror al que uno no querrá volver. Ese caracol por el filo de la navaja.
"Apocalypse now" es, por todo ello, una obra maestra del cine bélico. No escondo una vez más, como descubrí en el #Belicómetro, que se trata de mi película favorita. Es por ello que me ha costado ponerme en serio a rendirle este homenaje, por el miedo a no conseguir captar en palabras, en un análisis completo, todas y cada una de las sensaciones que deja su visionado. Espero que, a quienes hayan visto la película, disfruten de este texto tanto como yo lo he hecho haciéndolo. No es tan bueno como la película, pero he intentado rendirle un merecido tributo.
Nota: 10
Lo Mejor: La cabalgata de las Valkirias y el Coronel Kilgore
Lo Peor: En versiones posteriores la pausa en el ritmo que supone la interesantísima escena con los franceses.
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