"A la mierda España". Con esa frase tan esclarecedora que dedican al cierre del film se puede definir lo que pudieron sentir aquellas personas que hace casi 120 años fueron abandonadas a su suerte en los confines del mundo. En la otra punta, donde languidecía el Imperio español, otrora grande. Ha pasado el tiempo y quizás ese sistema panderetil que se nos muestra en la cadena de mandos y en la chapucera decisión de defender (Y matar a 700 filipinos) una plaza que no les pertenecía tiene sus similitudes a la situación política actual. Casi 120 años, y muchas cosas parecen iguales.
Los conocidos "últimos de Filipinas" ya tenían su película, de 1945, en pleno auge de un franquismo que vendía cine para su pueblo con unas ideas claras, las de defender el Estado y la patria, la de que todos deben remar por el nuevo orden. Sin duda alguna aquella película, a pesar de beber en exceso de la situación política que vivía, fue uno de los documentos más logrados e interesantes del cine propagandístico, acostumbrado a films de poca monta que ni entretenían ni el paso del tiempo ha dejado en tan buen lugar.
Es por ello que quizás una nueva versión (aunque desde la producción del film se quieran desmarcar) pudiera resultar innecesaria. Sería así si no fuera por el empeño en (a pesar de alguna productora que respalda el proyecto) querer ver la otra cara de la moneda, no la de unos valerosos soldados luchando por España allá donde ya no se había perdido nada. Si no la de unos soldados imberbes, que se hicieron hombres en una cruenta lucha debida a la incompetencia de los altos cargos. La de unos hombres que buscaron únicamente una cosa, poder sobrevivir y que aquel infierno pasara lo antes posible.
No hay ni gloria, por mucho que el desfile dedicado a ellos nos muestre la tozudez latente en quienes decidían por todos, ni medallas para unos hombres que la historia recordó como héroes pero que en ningún momento llegaron a sentirse como tales.
Ya lo decía en una de las frases lapidarias del film el expléndido Eduard Fernández. Hay quienes pelean por medallas y quienes lo hacen por sobrevivir, y son los primeros los más peligrosos. Ese choque entre la tozudez de unos hombres que defienden, curiosamente diferentes motivos, la de un Capitán que quiere vivir, la de un Teniente que sigue los estamentos militares sin dudar de ellos, y la de un Sargento que aunque no confíe en los jefazos militares sí que tiene fe ciega en España. Fe que contrasta con la de un misionero y un joven idealista dispuestos a escapar en todo momento de la realidad que les rodea.
No solo el mensaje claramente antimilitarista (mucho más que antibelicista) y, sobretoco, crítico con la España de entonces e indirectamente con la de ahora, es motivo suficiente para hablar bien de "1898: Los últimos de Filipinas". El film merece algún elogio más gracias a su buen hacer, algo que era, sin duda alguna, el motivo que más dudas generaba a quien escribe estas líneas.
El cine español más "americano" (sin pensar en el insulto que pueda pensarse) de la palabra. Con unas secuencias aéreas muy logradas, con una jungla que les rodea en todo momento cada vez que salen de ese "confort" que parecen tener dentro de la Iglesia. Sin duda la decoración, Fotografía y puesta en escena del film merecen su elogio. Como también lo merecen unos cuantos de los actores, sobretodo el joven Álvaro Cervantes, o los ya veteranos del asunto Eduard Fernández o Javier Gutiérrez.
Por si fuera poco, las secuencias bélicas del film, aunque pocas, merecen realmente la pena, demostrando que cuando el cine español confía y dedica medios a una historia de guerra se pueden hacer las cosas realmente bien.
Todo el conjunto deja a estos últimos de Filipinas en un muy buen lugar en el cine, aunque la historia diera para poca chicha más una vez conocida, y el hecho de que la serie de TVE "Los ministerios del tiempo" dedicara hace pocos meses 2 capítulos al tema restaba cierto interés a algunas de las cosas que parecían "repetitivas".
Quizás los Goya se olviden de ella en un año donde ha habido algunos pelotazos y buen cine español. Pero este es sin duda el camino que debería seguir el cine español en el entramado bélico si de una vez por todas pretende lograr hacer una GRAN (lo digo en mayúsculas) película bélica sobre la Guerra Civil. Mientras tanto deberemos seguir conformándonos con ver "La vaquilla" una vez más.
Nota: 6,5
Lo Mejor: Secuencias bélicas muy realistas y una puesta en escena (actuaciones incluidas) que mercen la pena.
Lo Peor: Que la historia quizás no diera para mucho más y ello la haga en algunos escasos momentos entre predecible y pesada.
El diario La opinión de Tenerife rescataba hace algunos días una carta, fechada 21 años después de que España perdiera sus últimas colonias, en la que dos de los integrantes de aquél contingente revivían, con emocionante patriotismo, aquellos hechos heroicos.
ResponderEliminarLa misiva es de José Hernández Arocha, héroe tinerfeño de aquella gesta, a un camarada superviviente de Baler, el mallorquín Antonio Bauza Fullana. En la misiva, le dice el canario al balear:
“Tú sabes muy bien que durante los 11 meses que duró nuestro martirio que es increíble, éramos los amigos inseparables, que nos contábamos nuestras penas, nuestras desdichas, nuestros sufrimientos, nuestras calamidades y nuestras amarguras ¡que eran muchas por desgracia!
Me dices en tu carta que soy un héroe y que debo estar entre laureles porque es la flor con que debo estar adorado; tú también, amigo Fullana, debes estar aún más que yo entre laureles, porque fuiste un héroe de verdad, un valiente y un mártir de nuestra patria.
Yo recuerdo, amigo Fullana aquél triste y amargo día en que hallándose el destacamento muerto de hambre, dispuso nuestro Jefe don Saturnino Martín Cerezo (dices muy bien en tu carta) el mil veces héroe y mártir de la Patria, una salida al bosque de uno de nosotros para ir en busca de unas hojas de calabacera para poder comer aquel día tan amargo y tú al oír que era menester que uno se separara (lo que nunca) de nuestro lado, para traernos que comer, dirigiéndote al Teniente te oí decir: “mi Teniente, yo voy en busca de comida para V. y para el destacamento; sí muero, bien está, es por mi patria, pero si escapo viviré satisfecho de haber salvado la vida de todos mis compañeros (?) … Ven lo antes posible a verme que quiero abrazarte. No sé si tendré fuerzas para ello porque estoy muy viejo pero me conformo con que tú me abraces y entonces los dos juntos, eso sí que tengo ánimo para hacerlo, daremos ese grito que tú dices quieres repetir y que mientras viva no lo olvidaré jamás y aún antes de morir si tengo alientos lo gritaré: ¡Viva España!"