Diplomacia: La negociación para no prender fuego a París

Hace poco, en la Sección dedicada a narrar cronológicamente la II Guerra Mundial, hicimos la parada en la liberación de París con el título "¿Arde París?", la superproducción francesa dedicada a esas fechas tan importantes para la capital gala. En dicha película, Orson Welles ejercía el rol de cónsul sueco que conseguía convencer a Von Choltitz de no llevar a cabo las órdenes de Hitler, que consistían en prender fuego a la ciudad antes de que esta cayera en manos de las tropas aliadas.

Con esa premisa, pero centrada en dichas negociaciones y no en el entramado bélico y los días previos, el prestigioso director Volker Schlöndorf ("El tambor de hojalata") se encargaba de la dirección de "Diplomacia" (2014), una película muy teatral basada en la obra de Cyril Gely del mismo título.


Con una duración de apenas 80 minutos, la película se ve fácil, del tirón. Sin embargo, sin exigirle un poco más de metraje, se nos queda escasa para abarcar todo lo que probablemente pudiera haber abarcado. Schlöndorf se acomoda en poner la cámara y dejar que los dos personajes principales sean los que hablen en una de esas obras dedicadas a un dilema moral, ¿Quemar o no quemar París?.

Lo que perjudica al film, además de la escasez del metraje que la hace olvidable, es que dicho dilema moral tiene una solución histórica que sabemos de antemano. Si esto fuera una obra de Ciencia Ficción, la tensión podría ir in crescendo en el ambiente. Sin embargo, conocemos el final, Von Choltitz no prendió fuego a París y, en esa tesitura, toda conversación dándole vueltas al tema no deja de ser anodina.

Sin apenas acción, porque la película no lo necesita, y con la sensación de que las escasas secuencias que suceden fuera de esas cuatro paredes de la habitación del hotel parisino están totalmente de sobra. Gastar presupuesto en salir de un habitáculo que es, precisamente la esencia misma de la película, se hace tan extraño como innecesario. En ese sentido queda en evidencia la falta de mano del director para conseguir que el espectador quede saciado con lo que nos cuentan las dos estrellas de la función.

Son esos dos actores, André Dussolier como el cónsul y Niels Arenstup como Von Choltitz, quienes mantienen el pulso narrativo ellos solos. Se agradece su labor, como el mimo con el que tratan a sus personajes. Al mismo tiempo, se agradece que exista un film dedicado a esas escasas horas que decidieron el futuro de toda una ciudad (y sus habitantes). Pero, a pesar de ello, es una película prescindible y olvidable.

Como hecho histórico, tiene cierto punto de interés. Se nos habla de un pasaje secreto de Napoleón III, y de un oficial que quiere cumplir las órdenes pero, sobretodo, que teme por su familia, sin duda alguna el punto claro donde chirría la idea de rendirse. Si no obedece a Hitler, su familia correría serio peligro. Algún día, París le agradecería su gesto, es el único argumento del cónsul sueco, empeñado en conseguir que el General alemán entre en razón.

Pero, como comento, los diálogos se suceden para llegar a un destino que sabemos desde el inicio. Y eso es una losa de la que la austera propuesta, centrada en una obra de teatro, no puede soportar. Nos queda, por lo tanto, un interesante relato histórico que sí servía para una obra teatral, pero no ha sabido llevarse con suficiente fuerza a la gran pantalla.

Nota: 5,5

Lo Mejor: Los dos actores que tiran con lo que pueden
Lo Peor: Sobra el entramado bélico pero, sobretodo, le falta punch en las conversaciones.

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